Muchas veces las personas me preguntan qué pueden hacer para desarrollar antes su camino espiritual. Y la respuesta que se repite con más asiduidad es: “No hagas nada”.
El camino espiritual no es una carrera hacia alguna parte. El camino espiritual es un camino sencillo, quizá el más sencillo que podemos recorrer pues no hay ninguna premisa establecida, ningún manual básico, ni siquiera de supervivencia. Estamos acostumbrados a que se nos valore por nuestros logros o por lo rápido y bien que realizamos cualquier empresa, incluso aceptamos ser calificados. De pequeños y de no tan pequeños, nos hemos acostumbrado a ser valorados por nuestras calificaciones, en la escuela, en el trabajo.. Y esto no es así.
No somos lo que hacemos mejor o peor que los demás, somos lo que sentimos.
El camino del Espíritu se inicia desaprendiendo muchos “valores” adquiridos. No hay calificaciones, notas, prisas, y el único asidero al que podemos asirnos es a la propia observación. Así de sencillo y de dificultoso pues aunque parezca mentira estamos tan acostumbrados a mirar hacia fuera, a atender a cómo los demás nos califican, a lo que le parecerá al otro nuestra acción…, que nos olvidamos de que todo empieza y termina en nosotros, en nuestra visión, interpretación, proyección. Y si no hay nada fuera de nosotros lo que realmente hemos de hacer es mirar hacia donde está todo: En nuestro interior.
El camino espiritual, desde esta premisa de mirada interior, observación de nosotros mismos y de testar los resultados que estamos produciendo fuera, en el mundo exterior, no requiere de tiempos, plazos de entrega…Todo ocurre según nuestros mecanismos internos, nuestros tiempos, nuestra conciencia. Podemos ver nuestro proceso interno y seguir esa corriente energética o bien podemos estar distraídos mirando hacia otro lugar o hacia la vida del otro. Entonces, la vida nos dará avisos, quizá con un traspiés, una enfermedad, un golpe… Y ahí es cuando tenemos que revisar qué pasa con nuestro camino espiritual, más hasta que veamos esas señales de humo en el exterior, la clave está en «no hacer nada», o muy poco.
Uno de los primeros y más arduos aprendizajes es aprender a no hacer nada, aprender a no querer dirigir la vida espiritual, aprender a abrirnos en conciencia a ella y dejar que todo se vaya dando, manifestando y desde ahí ya sí podemos actuar, seguir la ruta que nos marca. La vida espiritual no se desarrolla desde la razón, desde el mundo mental ni desde los tiempos del reloj.
Cada Alma conoce sus ciclos álmicos, lo que toca en cada momento y lo irá mostrando para que le acompañemos en ese proceso. Quizá nos toque un tirón de orejas álmico cuando estemos distraídos, despistados, cuando haya que volver al camino del sentir.
El camino espiritual se desarrolla permitiéndole expresarse. Querer avanzar, ir más rápido, compararnos con otros, son fundamentos del ego espiritual. A veces, ocurre que queremos salir del ego de la personalidad, que en sí mismo es una herramienta de aprendizaje, y nos volcamos en el ego espiritual que es más difícil de detectar que el ego personal. A veces nos enfundamos el uniforme del camino espiritual para no ver nuestro ego, para no ver lo que toca aprender, para no enfrentarse a viejas heridas emocionales, para no conocernos realmente, para no tocar nuestra oscuridad. Y este no es un camino de evasión, al contrario, es un camino de plena conciencia, un camino que se inicia en lo más profundo de uno mismo, en las propias cavernas, en aquel lugar tan recóndito, oscuro y húmedo de ti mismo que te da yuyu entrar y que quizá niegues. No hay hoja de ruta, sólo plena voluntad de ir hacia allá. Crear figuras de humo, de luz, de «plena conexión» para no entrar en uno mismo, es sólo otro autoengaño. Querer avanzar de prisa en este recorrido, limitarlo temporalmente, medirlo desde la auto evaluación, puede ser un indicador de que no se está recorriendo plenamente, de que sólo es otra meta más, otra vía de escape. El camino es evolución, consciencia, compromiso, y no está exento de dificultades que no sabemos cuándo ni cómo vamos a resolver. Y justo cuando se resuelven es cuando hemos avanzado un poquito más.
No hay prisa, sólo hay auto-observación. Mirar hacia adentro y ver lo que se manifiesta fuera. No digo que sea sencillo, es una cuestión de reeducación, de activar otros sentidos, que no son los físicos, externos, más si vamos a ocuparnos de transformar algo, que vaya en esta línea.
Feliz y lento camino !!