Parecen acciones aisladas perpetradas por miembros de la comunidad árabe.
Parece que no hay un nexo de unión claro entre ellas.
¿Pequeñas células de radicales?
Más no es así. No son tan inocentes estas acciones como quieren hacernos creer. Ni siquiera son lo que conocemos por “atentados”. Son acciones muy controladas en su temporalización, en sus escenarios, incluso en la información que se va a difundir después: las medidas de “seguridad” en defensa de la población civil.
Lo que no imaginamos es que detrás de todo ello está la misma mano que organiza los gobiernos. Detrás de todo ello está el infundir temor, miedo, pánico y con el tiempo, con la suma de estos atentados “inocentes” perpetrados por unos jóvenes radicalizados en meses. Detrás hay grandes mentes y una trama de años y hasta siglos que pretenden conducir a la sociedad como corderitos a aceptar medidas de control, de seguridad, que lo único que persiguen es crear un rebaño que aplauda las medidas que limitan atrozmente las libertades del ser humano.
Los jóvenes abatidos por la policía son víctimas que lo pagan con su vida, que se prestan para ese engaño. Nosotros somos víctimas, víctimas desde el lamento y nos creemos superiores, capaces de juzgar, de agredir desde la palabra y no somos más que los mismos peones que ellos, sólo que ellos ya han terminado su juego, fueron elegidos para morir y con ello generar miedo y confusión. Nosotros seguimos jugando la partida, siendo sujetos pasivos de la trama de temor, de la amenaza velada, de la manipulación. Los perpetradores y sus familias son tan inocentes y tan víctimas como tú y como yo, y llevan la peor parte pues juegan a la muerte y a la descalificación posterior. Todos somos víctimas de un sistema inhumano y asesino. Sólo conociendo la verdad seremos libres.
En Cataluña, tras el “atentado” del 17 de agosto, se han llegado a controlar las comunicaciones por mail, bloquear cuentas de usuarios habituales…, y lo vemos como “normal”. Poco a poco van camino de normalizar la implantación de microchips debajo de la piel “por nuestra seguridad” y para su mayor control.
Actualmente no hay grandes guerras que afecten a la población de los países desarrollados y sí hay acciones programadas que llevan al caos, al temor, al horror y por ende a justificar cualquier medida por más estrambótica que sea para salvaguardar nuestra “seguridad”.
Y tras los atentados, ríos y ríos de noticias, de informes, de imágenes y personas y personas que entran en resonancia con los hechos, llevan flores, se manifiestan… y así caen en las redes del juego, pues una vez enganchados en el dolor de las víctimas, una vez presas del miedo “me podría haber tocado a mí”, serán los que más fervientemente defiendan las medidas de control “por nuestra seguridad”.
El juego empieza mucho antes de las acciones criminales y no termina nunca pues cuando el efecto de una acción se diluye en el tiempo, surge un nuevo incidente.
Estamos viviendo en una gran manipulación cuyo estallido más intenso fue con el “incidente”, que no atentado, de las Torres Gemelas, y tras estos hechos, para no perder la memoria del terror, cada poco tiempo en cualquier punto del planeta “civilizado” se genera otro estallido de violencia.
Pero no importa lo que ocurre en Siria, lo que ocurre en Corea, lo que ocurre en países menos “civilizados”, menos “adoctrinados”, allí sí se libran verdaderas guerras para repartirse unas tierras que bien valen tantas muertes. Nuevas fronteras, nuevas divisiones del territorio sin importar en absoluto la población que los habita: Su cultura, su religión, sus creencias.
Una vergüenza de la cual sólo se saldrá cuando sepamos la verdad. Mientras tanto seguiremos siendo peones en el tablero de ajedrez geopolítico.