Cada año, coincidiendo con la Navidad se produce un renacimiento, una nueva oportunidad de conectar con lo divino en nosotros y vivir desde una perspectiva superior.
Tú eres más que tus pensamientos, que tus emociones y que tus sensaciones, todo ello es parte de tu aspecto físico, corporal que es una herramienta de lo divino en ti. Tu mente, tus emociones, tu cuerpo físico, con sus músculos, michelines, arrugas, al que dedicas tanto tiempo, no es más que un vehículo que necesitas para experimentar la grandeza que hay en ti. Y cada año, con el solsticio del 21 de diciembre, se abre un portal energético para que expandas tu consciencia hacia quien realmente eres, o sientes cuando cierras los ojos, miras hacia adentro, dejas de escuchar a tu mente auto destrucitva, a tus sensaciones corporales y pones la atención en el latido de tu corazón. De este modo sencillo comienzas a conectar con el tesoro que hay en tu interior y que es eterno. A este sí hay que prestarle atención porque no se arruga, no se encoje, no necesita de acupuntura ni tratamientos faciales. Sólo precisa que te quedes en sllencio, cierres los ojos y escuches como late tu corazón. Su ritmo, ahí entras en conexión con quien realmente eres.
¿Es fácil? Sí. ¿ Es sencillo? Sí. ¿ Lo hacemos? No. ¿Por qué? Porque nos identificamos con lo externo.
Y aquí volvemos a la historia de la humanidad que desde lo que conocemos y cómo la han contado, hemos sido educados para enfocarnos en hacer, en tener, en poseer, en no hacer según que… por el temor a la ley de premio y castigo y todo ello es un cuento muy bien contado. Los estados, la iglesia, nos ha moldeado a través del miedo, del merecer, del hacer para ser vistos y reconocidos, el mirar hacia afuera. Y te pregunto: ¿Qué ocurriría si mirásemos hacia adentro?
Ahora, sí, estamos en momento de cambio evolutivo, no es una moda, o una argucia, a poco que sepas de astrología, a poco que conozcas los ciclos naturales de la vida, sabrás que estamos en la cresta de la ola, y no es un tiempo corto, en su medida más pequeña hablamos de 250 años, y aún así, lo estamos viviendo ahora.
¿Qué quiero decir? Qué ya no nos toca seguir viviendo desde el cuento de caperucita roja y el lobo, que podemos recorrer los caminos que queramos sin temor a una amenaza inexistente. Y sólo hay un camino para recuperar nuestro poder, y es haciéndose cargo cada una, cado uno, de si misma, de si mismo. Dejar de esperar que alguien venga a rescatarnos, dejar de esperar que alguien nos de permiso, o nos apruebe y darnos cuenta de que el poder es nuestro y solo nosotros podemos legitimizarnos.
Somos soberanos, tenemos corazón, tenemos sentimientos nobles y puros, somos un alma, la divinidad está en nosotros y eso que identificamos como «nosotros» es su vehículo de experimentación.
Conectar con lo que somos en esencia implica acceder a una realidad, darnos cuenta de la manipulación en la que hemos vivido y era necesaria como parte de la experimentación, y sin buscar responsables, ni ganadores ni perdedores, hacernos cargo de nosotros, liberar siglos y memorias de evasión, de vivir en la oscuridad del pensamiento domesticado. Es todo un proceso de desidentificación de aquello que hemos creado como identidad personal, familiar y social. Esto sí que no es fácil, no es sencillo y requiere de tiempo, disciplina y acompañamiento porque para saber lo que eres, primero tienes que saber quien no eres. Si quieres saber cómo puedo ayudarte, AQUÍ está mi propuesta porque en realidad siempre es Navidad desde la grandeza de un corazón puro y libre.