¿Qué tienen en común Lanzarote, Teotihuacán, Machu Picchu, Giza, las tumbas de Xi’an, Stonehenge y Gunung Padang
Todas ellas forman parte de una estructura simbólica con forma de estrella de cinco puntas que proyecta Venus sobre la Tierra.
No hablamos de casualidad. Hablamos de geometría sagrada y de una huella energética que se siente en la vida de esos lugares, en sus gentes y en las posibilidades que ofrecen: vivir de otra manera, conectar con la bondad del corazón, activar capacidades mentales que parecen imposibles.
En mis viajes lo he podido vivenciar: en Egipto hace unos años, en China recientemente. No es teoría, es experiencia directa.
La mayoría cree que viaja a templos, montañas, volcanes. Y sí, los visita. Pero lo esencial no es lo que se ve fuera, sino lo que se siente dentro. Cómo uno se percibe, cómo se expresa, quién se descubre que es. Como si el lugar alterara nuestra percepción y nos devolviera distintos. Quien llega, nunca vuelve igual.

Entre Xi’an y México, en la ruta que dibuja la estrella de Venus, se alza Lanzarote. La isla volcánica es un auténtico santuario astronómico: sus volcanes‑templo y el enclave de Guenia, asociado a la diosa Melkart, guardan secretos de antiguas observaciones del cielo. No es un punto más en el mapa, sino un lugar singular que, como Hawái, forma parte de las pocas “cunas de la humanidad”. De ello hablo en “El Beso de Venus” a través de la ficción, pero hoy quiero subrayar su realidad palpable.
Sabemos que existen los llamados “puntos azules del planeta”, estudia
dos por la longevidad y calidad de vida de sus gentes. Desde mi investigación, propongo mirar más allá: los puntos de la estrella de Venus y las líneas que los conectan son otra red de vital importancia. Y Lanzarote está en ella.
Estos lugares no son casuales. Son nodos de un diálogo entre cosmos y Tierra. Marcan directrices invisibles que nos unen con la vida y con la conciencia, más allá de lo que nuestra mente limitada puede imaginar.
En Xi’an, por ejemplo, participé en experimentos: doblar cucharas,recomponer vegetales previamente cortados. Puede sonar anecdótico, incluso inútil. Pero lo que revela es poderoso: nuestras capacidades mentales están profundamente limitadas… y, con entrenamiento, esas barreras se pueden trascender. Lo sorprendente es que en algunos lugares del planeta esas barreras se vuelven casi imperceptibles.
Por eso necesitamos mirar la vida con dos lentes:
—La cosmogonía, que nos recuerda cómo nació todo.
—La cosmovisión, que nos muestra cómo entendemos ese todo.
Y aquí entra Lanzarote. Verla desde esta perspectiva no es un simple ejercicio espiritual: es una oportunidad de futuro. Una manera de orientar la isla hacia un turismo consciente y de bienestar, que respete la naturaleza, cuide sus recursos y preserve el modo de vida sereno de su gente.
Pero es más que turismo. Lanzarote puede convertirse en un modelo de vida, en un lugar de restauración y equilibrio, en un laboratorio natural de cómo vivir en armonía con la Tierra y con uno mismo. Un faro que inspire a otras comunidades a redibujar su relación con el planeta.
Si colocamos a Lanzarote en el mapa de la estrella de Venus, no solo la situamos en la geografía sagrada del mundo: la proyectamos como ejemplo de un nuevo paradigma de convivencia, sostenibilidad y consciencia. Y ese es el legado que puede ofrecer al futuro.
Para saber más del pentagrama de Venus en la Tierra lee las dos entradas anteriores.

