La estrella de Venus y la búsqueda de un pentagrama global: entre ciencia, mito y leyendas
Venus, el lucero que se asoma en la madrugada o despide el día, no sólo inspira canciones. Cada ocho años su órbita y la nuestra se sincronizan en una danza que repite cinco conjunciones iguales, dibujando desde la Tierra una rosa de cinco pétalos –un pentagrama cósmico. Esta regularidad matemática fascinó a astrónomos mayas y a sacerdotes mesopotámicos, pero también ha alimentado teorías audaces que sitúan pirámides y templos de medio mundo en los vértices de esa estrella imaginaria. ¿Qué hay de cierto en todo esto?
Venus y sus templos: datos contrastados
Nueva Granja y Loughcrew (Irlanda). La tumba neolítica de Newgrange, construida hace unos 5.000 años, está orientada hacia el amanecer del solsticio de invierno. Sobre la entrada se encuentran ocho marcas que algunos interpretan como una referencia al ciclo de ocho años de Venus, y la tradición popular cuenta que la luz del lucero del alba entra en la cámara una vez cada ocho años. En el vecino cairn L de Loughcrew, el investigador Martin Brennan comprobó que la cámara recibe la luz del sol, de la luna y de Venus en momentos distintos; un grabado de arcos concéntricos podría representar un tránsito de Venus.
Uxmal y Chichén Itzá (México). Los mayas integraron el ciclo venusino en su arquitectura. La Casa del Gobernador de Uxmal fue cuidadosamente orientada de modo que, desde su puerta central, una línea imaginaria atraviesa una escultura de jaguar y señala la salida meridional extrema de Venus alrededor del año 750 d.C. La UNESCO subraya que muchos edificios de Uxmal fueron diseñados en función de los ortos y ocasos de Venus. En Chichén Itzá, la torre de El Caracol tiene una escalinata que apunta al extremo norte del recorrido de Venus y ranuras que enmarcan apariciones del planeta que sólo se repiten cada ocho años.
Giza (Egipto). Las pirámides egipcias muestran una precisión asombrosa en su orientación. Un estudio de Glen Dash, publicado en el Journal of Ancient Egyptian Architecture, señala que la Gran Pirámide de Khufu está alineada con los puntos cardinales con una desviación inferior a cuatro minutos de arco y que las pirámides de Khafre y Dahshur presentan el mismo ligero giro hacia el oeste. Esta exactitud se logró probablemente mediante observaciones del equinoccio otoñal, aunque los egipcios no dejaron registros del método utilizado.
Stonehenge (Reino Unido). Los enormes bloques de Wiltshire se alinean con los extremos del ciclo solar. Según un análisis de English Heritage, las piedras erigidas hacia 2500 a.C. se dispusieron para enmarcar dos momentos concretos del año: el amanecer del solsticio de verano y el ocaso del solsticio de invierno. Desde el centro del monumento, el sol estival se eleva junto a la Piedra del Talón y sus rayos penetran en el círculo; en el solsticio de invierno, la puesta de sol caía originalmente entre dos grandes piedras del trilito interior.
Tumbas de Xi’an (China). Los mausoleos de la dinastía Han, a las afueras de Xi’an, presentan dos patrones de orientación. Algunos se alinean con los puntos cardinales: para los emperadores, trazar la tumba en dirección norte–sur–este–oeste era una señal de poder. Otros montículos están ligeramente girados —hasta 14 grados— para apuntar a otra estrella. El arqueoastrónomo Giulio Magli propone que esta desviación podría corresponder al desplazamiento secular de Polaris, la estrella Polar, y que algunos gobernantes prefirieron alinearse con este astro.
La hipótesis del pentagrama global: un patrón posible
Desde ámbitos alternativos se ha popularizado la idea de que las pirámides de Teotihuacán, los templos incas de la cordillera andina, la Gran Pirámide de Giza, los túmulos de Xi’an, Stonehenge y el complejo indonesio de Gunung Padang forman un pentagrama gigantesco cuando se trazan líneas entre ellos. Esta hipótesis resulta seductora porque recuerda a la figura que Venus dibuja en el cielo, pero no debe tomarse como una fantasía: hay indicios que animan a considerarla plausible.
- Coincidencias astronómicas. Cada uno de estos monumentos presenta alineaciones precisas con el cielo. Las pirámides egipcias están orientadas con una precisión de pocos minutos de arco respecto al norte; Stonehenge enmarca el amanecer del solsticio de verano y la puesta del solsticio de invierno; los templos de Uxmal apuntan al extremo meridional de Venus; y los mausoleos de Xi’an se orientan bien a los puntos cardinales o hacia la estrella Polar. Estas coincidencias muestran un interés universal por vincular la arquitectura con los ciclos celestes.
- Lanzarote como puente atlántico. Para conectar los vértices de Asia y América se ha propuesto la isla volcánica de Lanzarote. En el municipio de Haría, en el norte de la isla, se encuentra el mirador astronómico de Peñas del Chache. Este punto de observación, situado a 670 metros de altitud —la cumbre más alta de Lanzarote— es el principal referente para observar el cielo nocturno sin contaminación lumínica. La montaña de Guenia, en el municipio de Teguise, presenta una forma piramidal natural y conserva marcadores artificiales en el borde del cráter. Un estudio local sobre arqueoastronomía describe que desde esta “montaña sagrada” se trazaron líneas para registrar el amanecer y el ocaso en los solsticios y para seguir los ciclos de la luna; la configuración permitía observar estrellas y ofrecer culto con una precisión que aún sorprende. Esta montaña, junto con otros volcanes usados como santuarios, demuestra que los antiguos pobladores (mahos) construyeron observatorios en las cumbres y tallaron símbolos con fines astronómicos.
- Tradición canaria de mirar al cielo. Los estudios de arqueoastronomía en el archipiélago canario llevan más de un cuarto de siglo y han revelado que numerosos santuarios en montañas y calderas volcánicas estaban deliberadamente alineados con eventos astronómicos. El caso más famoso es la montaña de Tindaya (Fuerteventura), cuyos petroglifos apuntan a la puesta del sol en el solsticio de invierno y a los puntos de parada de la luna. Investigadores canarios también han propuesto que la visibilidad de Venus como estrella vespertina junto a la luna cercana al solsticio invernal se asociaba a ritos de fertilidad y lluvias. Esta riqueza de orientaciones refuerza la idea de que los volcanes y colinas de Lanzarote —auténticas pirámides naturales— podían servir de nodos en un “pentagrama” planetario.
- Intercambio de conocimientos. Aunque no existen documentos que demuestren una coordinación global, la coincidencia de diseños y técnicas sugiere que los pueblos antiguos compartían, de forma directa o indirecta, un lenguaje astronómico. Las rutas comerciales prehistóricas y las migraciones mediterráneas, atlánticas y asiáticas pudieron facilitar el intercambio de ideas sobre la medición del tiempo y del espacio. El hecho de que las culturas mesoamericanas, andinas, egipcias, europeas y chinas erigieran pirámides y templos vinculados al cielo invita a pensar que el pentagrama de Venus no es sólo un símbolo abstracto, sino un patrón que pudo materializarse en la geografía.
Conclusión: ciencia, mito y la estrella de Venus
El pentagrama que Venus traza en el cielo es un fenómeno real y hermoso. Explica por qué los mayas registraban el ciclo de 584 días cinco veces hasta completar ocho años y por qué en lugares como Uxmal o Chichén Itzá se construyeron templos alineados con sus ortos extremos. También ilumina la simbología del pentagrama en culturas tan dispares como Mesopotamia o Grecia.
Al proyectar ese símbolo sobre la Tierra, algunos vislumbran una red de monumentos conectados a través de miles de kilómetros. La evidencia arqueológica indica que cada civilización desarrolló su propia relación con el cielo, pero también que compartían un respeto reverente por los astros. Montañas sagradas como Guenia en Lanzarote, que permitían observar solsticios, lunas y quizá a Venus, demuestran que incluso en el Atlántico medio existía una tradición de astronomía ritual. Por eso, aunque no podamos afirmar con certeza que exista un pentagrama global, la hipótesis resulta verosímil: la combinación de orientaciones astronómicas precisas, la existencia de pirámides naturales en volcanes y la tradición de mirar el cielo en distintos continentes sugiere un hilo común que merece ser explorado.
En última instancia, la estrella de Venus nos recuerda que la ciencia y la poesía pueden ir de la mano. Siglos después, seguimos trazando líneas entre el cielo y la Tierra, buscando patrones que nos conecten con nuestros antepasados y con el cosmos. Quizá el verdadero pentagrama global no esté en los mapas, sino en la capacidad humana de contemplar el firmamento y ver en él un reflejo de nuestra propia armonía.
Fuentes consultadas: Live Science, English Heritage, ScienceAlert, Hello Canary Islands, Lanzarote Digital Nomads Blog, MDPI (artículos sobre arqueoastronomía en las Islas Canarias), Maya Ruins, UNESCO, Exploratorium, EarthSky, Mythical Ireland, Aisling Magazine, Carrowkeel research