Comparto uno de los grandes aprendizajes, que en muchas madres y padres, se está dando en este momento. Estamos en tiempos en los que muchos modelos caen por su propio peso y surgen nuevas maneras de relacionarse. Claro, que dejar que se derrumbe “lo de toda la vida” da lugar a luchas internas, juicios, críticas !
Estamos en momentos de poner límites y uno de los más difíciles es el saber decir no incluso a lo que más queremos: Los hijos.
Hoy paseaba por el bosque y una vez más observé como un niño de apenas 3 años le decía a su padre lo que tenía que hacer. No es la primera vez que observo a niños totalmente mal criados que manejan a sus padres a su antojo. El caso más sorprendente lo viví hace dos años con un niño de 7 años que manipulaba totalmente a sus padres y hermana. Observando cómo funcionaba esa familia enseguida entendí de dónde procedía esa falta de fuerza del padre: la ausencia de límites. Y es que sus nombres, el del padre y el del hijo, se repetían a lo largo de 7 generaciones.
Pero no quiero desviarme. Te cuento una historia real:
Se sentía culpable inconscientemente y tardó más de una década en darse cuenta.
Años de inconsciente culpabilidad por la separación promovida por ella hacía más de 10 años.
Un día se dio cuenta de todo lo que hacía, y estaba muy mal hecho, por limpiar esa herida, por buscar ese reconocimiento y pedir perdón a sus hijos por una decisión que era ley de vida: O quedarse tan mal como estaba o cerrar aquel matrimonio y empezar a vivir.
Pasaron muchas cosas a lo largo de todos esos años. Una de sus hijas pasó por quirófano para extirpar un órgano absolutamente dañado por el dolor acumulado, la ira retenida, las palabras no dichas. Su páncreas no aguantó más y la chiquilla tuvo que ser atendida de urgencia.
Su hijo, que era más abierto y espontáneo, no tuvo la necesidad de vivir esa experiencia. Lo expresaba todo con accesos de ira y mal humor, a grito pelado. Con el tiempo su madre se dio cuenta de que era un sistema de liberación que lo mantenía saludable. Se sintió aliviada y lo agradeció. Tardó varios años en darse cuenta de que además de ser un malhumorado era un gran chantajista emocional. Tenía una vena melodramática que ponía a su madre en jaque. La pobre, además de ser inconscientemente culpable, era tremendamente inocente y se lo creía todo.
Sería muy largo de contar todo lo que vivió hasta que despertó de su letargo y se dio cuenta de que no era absolutamente responsable ni culpable de nada. Sólo había mirado por su vida, había hecho un acto de amor propio y de generosidad por sí misma y había buscado el camino de su felicidad y realización. Pero sólo una pincelada: llegó a pisar la cárcel, pasó por ser ingresada de urgencias por no saber gestionar los conflictos emocionales que le generaba la culpabilidad. Llegó a regresar de unas merecidas vacaciones a 3.000 km de distancia por una llamada melodramática de su hijo…, entre otras muchas cosas.
El día que tomó conciencia de todo esto, unos días después de suspender su viaje, coincidió con su cumpleaños. Su hijo le había felicitado por whatsapp. Un segundo wapp a media tarde proponía quedar para tomar algo y celebrar juntos su cumpleaños. Ella se dejó sentir. Estaba pasando bien su día, había hecho planes para estar consigo misma: Un paseo por la playa, un baño con espuma, un zumo de naranja y un poco de música, ver atardecer… !! Y le dijo que NO !! Se lo agradeció pero prefería estar sola. Aunque en realidad nunca había estado tan bien acompañada: Por su conciencia y su recién estrenada ausencia de culpabilidad!
Y todo, ¿por qué? Por salirse de unos estándares sociales, culturales, familiares que la alejaban del modelo de buena madre, digna, sacrificada, sin amor propio. Aún recordaba cuando tuvo que cerrar su primer negocio, muy próspero por cierto, porque en la familia de su marido no estaba bien visto que las mujeres trabajaran. Tampoco estaba bien visto faltar a las comidas en casa de la suegra todos los santos domingos y fiestas de guardar, y mucho menos si era por temas laborales. El domingo era de misa, vermut, comida familiar con más de 20 a la mesa, paseo por las calles empedradas, merienda y cada uno a su casa… Perderse esta rutina era salirse del modelo familiar, de lo conocido, ser diferente y por lo tanto criticada y juzgada.
¿Y qué ocurre cuándo una apuesta por ser una misma? Te dejo a ti la respuesta y me gustaría que compartieras tu historia conmigo.
Puedes dejar aquí tus comentarios !!
Gracias Ana María por recordarnoslo! Es un trabajo que debemos hacer a diario para seguir firmes en nuestras decisiones. Porque cuando uno se siente bien y feliz todo a su alrededor está bien.
Confiar, confiar, y delimitar para aprender en cada momento de nuestra vida lo que está para nosotros.
Tus post son de lectura obligada 😉
Gracias por tu saber, tu escritura y tu entrega.
Un abrazo lleno de luz
Gracias Andrea !!
Make a more new posts please 🙂
___
Sanny