Me voy de este mundo en el que en el nombre de un dios, que no de Dios, se han hecho auténticas barbaridades.
Desde la historia, empezando por los Reyes Católicos, que ya con el nombre lo decían todo, se ha ultrajado al ser humanos, se le ha impedido su luz, su palabra, sus cultos a la naturaleza, su capacidad de expresar su sabiduría y su creencia. Si ahora te hablo de magia lo verás como un cuento de niños chicos, pero si investigas y analizas el modo de vida y las capacidades de pueblos antiguos, verás como realmente vivián a través de la magia. Y no de la magia como la conocemos hoy, sino de la magia que surge de la conexión con sus poderes internos. Te invito a que te pongas tus gafas de antropóloga e investigues.
Soy gallega, y en mi tierra aún se vive con la herencia de la persecución de los Reyes Católicos a nuestra lengua, a nuestra cultura, en la historia de Galicia «os séculos escuros» (los siglos oscuros) aún están vigentes a través de sentirnos un poco menos, de tener que hacer un gran esfuerzo por el resurgir de nuestra lengua… y al final sea en Galicia o en América, el no permitir expresarse de forma natural todavía deja huella.
Y todo ello no es más que no permitir que cada persona, cada pueblo se muestre desde su naturaleza profunda, aquello que vibra en su corazón y procede de su alma, de su ser. Se ha atacado la luz interna, se ha atacado el sentir puro y noble. Y ahora, en el tiempo de resurgir de la luz es precisamente desde esos lugares tan sometidos desde donde surge el movimiento que nos muestra que todavía pervive nuestra luz interna, que no ha sido apagada, simplemente opacada y que no hay ningún dios externo, colectivo, que pueda ahuyentar a nuestro Dios interno, individual. En estos momentos la fuerza espiritual que mueve el mundo está en la cordillera de los Andes.
Por eso apuesto por la Luz interna de cada uno de nosotros.
Y para ello desde mi recorrido personal, desde mi investigación a través de la vida, sé que para encender la luz y dejarla «prendida», es necesario borrar memorias que nos consumen parte de nuestra fuerza interna.
Memorias que se muestran en los traumas generacionales a través de los cuales hemos llegado hasta aquí y que nos condicionan y pesan.
Un trauma generacional que como te decía en los dos artículos anteriores ( en mi blog) si miramos hacia la historia de la cristiandad antigua, la real, la fundada por el Maestro Jesús, ya están presentes en su nacimiento y en su crucifixión ( que no muerte, ÉL no muríó en la cruz ).
Si nos paseamos por la historia llena de luchas de poder, guerras y manipulaciones no queda otra que reconocernos como parte de una historia social traumatizada, y aún así, seguimos creyendo en la Navidad, esta época del año en la que de nuevo miramos hacia adentro y sentimos la luz encendida, el calor humano, y esta es la gran señal de que el Espíritu nunca muere, más allá de lo que pasa ahí afuera. En la luz del solsticio de diciembre, que año tras año, nos invita a conectar con nuestro interior y da paso a la luz interna.
No podemos lograr ningún cambio externo sin mirar hacia adentro, no podemos lograr ningún cambio interno sin hacernos cargo de lo que pasa afuera, no podemos evadirnos de la realidad con la lotería, los regalos y el champán en navidad.
Mirarnos como humanidad y asentir que la hemos cagado por los siglos de los siglos, amén, y sentir que ahora podemos hacer otra cosa, es la clave. Mirarnos y sentir que bajarnos del mundo no es opción y menos ahora que la consciencia sobrevuela y luce en el firmamento como la Estrella de Belén que marca un camino… Justamente ahora es el momento de anclarse y encender la luz de la consciencia, tomarla en la mano y como el estandarte de vida ondearla al viento. Y reconocer que sí, se ha ocultado, su llama ha sido mínima, y aún casi extinta no se ha apagado.
Liberar los traumas, reconocernos en nuestra identidad divina, recuperar nuestros dones y potenciales para mi es el camino de nuestro retorno al Espíritu, a su manifestación en este plano físico, de la materia, que nunca ha dejado de ser Espiritual aunque nos haya costado mucho vivir desde ahí. La Era de Acuario, la era dorada, la era de la luz, en la que podemos vivir con sencillez a través de lo natural, de la naturaleza y de los recursos naturales la estamos construyendo ahora entre todos. Ahora más que nunca es momento de apostar, buscar nuestro interruptor interno y como árbol de navidad de las películas americanas: brillar. Y no sólo en Navidad.
¿Cual es mi propuesta? : MetaGenética.
Un año de la mano, en comunidad, en comunión, creando una nueva realidad personal y social. Liberando los traumas generacionales, gestacionales, conectando con nuestra sabiduría interna, comprendiendo los rituales de paso del nacimiento y de la muerte, aprendiendo a nacer y aprendiendo a morir…. y un largo etc.
Déjame saber tu sentir, te leo en los comentarios.